8 Regina y el movimiento espiritual planetario de 1968

El final de la Era de Piscis y el inicio de la Era de Acuario trajeron consigo un cambio en lo tocante a la forma como nuestro planeta percibe las energías provenientes del cosmos que lo mantienen con vida. En la era anterior el principal centro receptor de dichas energías había sido la Cordillera de los Himalayas. En la presente era, corresponde el turno de ejercer idéntica función a la Cordillera de los Andes. Ahora bien, transformar el proceso puramente biológico de recepción de esas energías en un aprovechamiento de las mismas que permitiese utilizarlas para impulsar la evolución de la humanidad, constituía una elevadísima misión que sólo podía ser encomendada a un ser proveniente de los Círculos Celestes que encarnase transitoriamente sobre la Tierra para efectuar dicha misión; ese ser fue Regina.
Regina nace a las 12 horas del día 21 de marzo de 1948 en la Aldea de los Reyes, pequeño poblado ubicado al pie del Popocatépetl y de la Iztaccíhuatl, los dos volcanes que constituyen la pareja de mexicanos más antigua e importante, máximos dirigentes del chakra de México que, como se ha dicho, abarca toda la porción norte del continente americano. La tarea para la cual fue enviada Regina a este mundo consistía, precisamente, en romper el milenario sueño de ambos volcanes para que fuesen éstos quienes tomasen a su cargo la conducción del proceso de reactivación de todo el chakra de México. Una vez más, habría de ser el Tíbet, verdadera reserva espiritual del planeta, el que proporcionaría los medios adecuados para que la pequeña Avatar recibiese la adecuada capacitación. A las pocas semanas de nacida, Regina es llevada al país de las nieves eternas, primero al monasterio de Sera y posteriormente al Palacio del Potala, en donde sabios lamas irán despertando sus latentes facultades de Dakini (ser celestial de naturaleza femenina).
Las horas del Tíbet estaban contadas; en marzo de 1959 los dirigentes del rebaño chino deciden transformar la gran meseta centroasiática en una colonia sujeta a una cínica y cruel explotación. Gracias a la solidaridad del pueblo de Lhasa que se levanta en armas para evitar que Regina caiga en manos de los invasores, ésta logra escapar de la cercada capital y trasladarse a un escondido valle de los Himalayas, en donde proseguirá desarrollando sus facultades bajo la dirección del lama Tagdra Rimpoche, ex regente del Tíbet. Del paradisiaco valle en los Himalayas, Regina será llevada en 1965 a un antiguo monasterio chino convertido en prisión; será ahí donde concluirá su etapa de capacitación bajo la guía del monasterio Tsu, sitio por excelencia en materia de música sagrada. En marzo de 1968 Regina retorna a México.
La primera y exitosa tarea realizada por Regina tiene lugar en Teotihuacan. Apoyada no sólo por quienes en esos momentos eran los cuatro más importantes guardianes de las tradiciones de México, sino también por aquellos que ejercieron en otros tiempos esas mismas tareas, la Dakini utiliza la Pirámide de la Luna para cumplir la finalidad que tuvieron sus constructores al edificarla: neutralizar la permanente ensoñación que domina a los seres humanos y que les lleva a confundir la realidad con quiméricas fantasías.
Durante seis meses —justo el tiempo que permanecería funcionando la Pirámide de la Luna—, el mundo entero se verá sacudido por inesperados acontecimientos. En diversos lugares, importantes núcleos de población alcanzaron una inusitada lucidez, misma que les llevó a percatarse de las terribles injusticias en que se sustenta el funcionamiento de las modernas sociedades. Un clamor de protesta cubrió al planeta. Multitudinarias manifestaciones expresaban en todos los tonos su rechazo al uso generalizado de la violencia, tanto a la que ejercen los seres humanos entre sí, como a la que practican en contra de todo ser viviente, la Tierra incluida.
Aprovechando las favorables circunstancias derivadas con motivo de la ruptura de la cárcel de la Luna —que en el caso concreto de México daría lugar a lo que comúnmente se conoce como "El movimiento del 68"—, Regina fue maniobrando hábilmente para llevar a cabo el ritual tendiente a lograr el despertar del Popocatépetl y de la Iztaccíhuatl. La primera parte de dicho ritual tuvo lugar el 27 de agosto del multicitado año de 1968. El altar donde se realizó el ritual fue el Zócalo o Plaza Mayor de la Ciudad de México; asistieron a la ceremonia 400 mil personas y oficiaron la Reina de México y sus cuatro principales ayudantes. Los instrumentos que utilizaron durante el ritual fueron una campana elaborada por alquimistas novohispanos, unas prodigiosas rejas de tumbaga —producto de la insuperable paciencia de los alquimistas chinos— y el propio recinto catedralicio. La segunda etapa del ritual tuvo lugar el 13 de septiembre del inolvidable año. Participaron en dicho ritual varios millones de personas quienes, a lo largo y a lo ancho del país de las águilas, mantuvieron durante varias horas un profundo silencio, generando con ello una fuerza de indescriptible poderío que fue utilizada por Regina al instante de pronunciar por tres veces el nombre sagrado de: ¡ME-XIHC-CO!
Concluido el ritual, Regina mantuvo durante más de 50 horas la creencia de que éste había alcanzado su propósito y los dos volcanes se encontraban despiertos y listos para entrar en acción. No había ocurrido así y sólo el Popocatépetl estaba ya consciente. A resultas de un suceso de 1473 —año en que fuera suspendido el culto de las deidades femeninas que se practicaba en Tlatelolco —, se había originado un grave desequilibrio en las energías que sustentan al chakra de México, de tal forma que cuanto ahí existía de índole femenina estaba mucho más aletargado que aquello que poseía un signo masculino, incluyendo por supuesto a la mexicana más importante, o sea, la Iztaccíhuatl.
En vista del inesperado contratiempo no le quedó otro recurso a Regina que el del sacrificio. Una vez más tuvo lugar ese hecho misterioso e inexplicable, ante los simples dictados de la razón, de que para alcanzar un elevado propósito sea necesario en ciertas ocasiones el sacrificio de los seres más puros y de mayor evolución espiritual. Tlatelolco, lugar donde se había generado el desequilibrio, debía ser el sitio donde habría de restablecerse la perdida armonía.
Lo sucedido fue un acto terriblemente cruento y brutal. Jamás se conocerá la elevada cifra a que ascendió el número de víctimas, se sabe en cambio que fueron 401 los mártires. Regina y 400 mexicanos que habían hecho realidad la transmutación a que alude el antiguo emblema de México en donde el águila, representación del espíritu, ha logrado trascender a la materia que la serpiente simboliza.
El 2 de octubre de 1968 marca el inicio no sólo del despertar del chakra de México, sino el comienzo de un proceso de renacimiento espiritual que intentará abarcar a todo el planeta, pues en virtud de la actual etapa evolutiva de la Tierra, todo cuanto ocurre en ésta se inserta en una conciencia que ya no es local sino mundial.